Acá les dejo la publicidad que Novak Djokovic hizo para Head. Un golazo.
miércoles, 15 de abril de 2009
Le pegó un mordiscón
Copio el cable difundido hoy por la prestigiosa agencia británica Reuters. El africano, todo un valiente.
(REU) Un hombre muerde a una pitón en Kenia
NAIROBI, abr 15 (Reuters) - Un keniata mordió a una pitón que le atrapó con su cuerpo y arrastró a lo alto de un árbol en una lucha que duró horas, informaron el miércoles medios locales del país africano.
Ben Nyaumbe, empleado en una granja, estaba trabajando el fin de semana cuando la serpiente, que aparentemente buscaba ganado, lo atacó en la zona de Malindi, en la costa índica de Kenia.
"Pisé una cosa esponjosa en el suelo y de repente mi pierna quedó atrapada por el cuerpo de una enorme pitón", dijo el hombre al periódico Daily Nation.
Cuando la serpiente se enrolló en torno a la parte superior de su cuerpo, Nyaumbe recurrió a medidas desesperadas: "Tuve que morderla".
La pitón lo arrastró hasta un árbol, pero cuando el animal aflojó la presión, Nyaumbe contó que pudo sacar el teléfono móvil de su bolsillo y llamar para pedir ayuda.
Cuando su supervisor llegó con un policía, Nyaumbe tapó la cabeza de la serpiente con su camiseta, mientras que los equipos de rescate lo ataron con una cuerda y tiraron de ella.
"Ambos caímos, nos desplomamos", dijo Nyaumbe, que sufrió lesiones en los labios y algunas contusiones. La serpiente se escapó de los tres sacos en los que había sido metida.
(REU) Un hombre muerde a una pitón en Kenia
NAIROBI, abr 15 (Reuters) - Un keniata mordió a una pitón que le atrapó con su cuerpo y arrastró a lo alto de un árbol en una lucha que duró horas, informaron el miércoles medios locales del país africano.
Ben Nyaumbe, empleado en una granja, estaba trabajando el fin de semana cuando la serpiente, que aparentemente buscaba ganado, lo atacó en la zona de Malindi, en la costa índica de Kenia.
"Pisé una cosa esponjosa en el suelo y de repente mi pierna quedó atrapada por el cuerpo de una enorme pitón", dijo el hombre al periódico Daily Nation.
Cuando la serpiente se enrolló en torno a la parte superior de su cuerpo, Nyaumbe recurrió a medidas desesperadas: "Tuve que morderla".
La pitón lo arrastró hasta un árbol, pero cuando el animal aflojó la presión, Nyaumbe contó que pudo sacar el teléfono móvil de su bolsillo y llamar para pedir ayuda.
Cuando su supervisor llegó con un policía, Nyaumbe tapó la cabeza de la serpiente con su camiseta, mientras que los equipos de rescate lo ataron con una cuerda y tiraron de ella.
"Ambos caímos, nos desplomamos", dijo Nyaumbe, que sufrió lesiones en los labios y algunas contusiones. La serpiente se escapó de los tres sacos en los que había sido metida.
viernes, 3 de abril de 2009
jueves, 2 de abril de 2009
Un pedazo de historia
El hombre, el político, el fenómeno social, el mito. La única manera de entender lo que se vivió en los últimos días tras la muerte del ex presidente Raúl Alfonsín es abriendo un pequeño paréntesis, poniéndose distancia y escapando a la voracidad de los medios por la noticia.
Varios son allí los niveles a observar. Todos, peronistas y radicales, coinciden en algo: el hombre nacido en Chascomús era un buen ser humano. Humilde, sencillo, llano, generoso, valiente y, sobre todo, decente en un período de creciente individualismo.
Como político, y ya como Presidente, Alfonsín tuvo muchos errores. Él nunca los ocultó: el pacto de Olivos, que permitió primordialmente la reelección presidencial de Menem vía reforma constitucional (que en realidad buscaba, según dicen, la inauguración de un sistema político más cercano al Parlamentarismo, algo que no llegó a concretarse); las leyes de Punto Final y Obediencia Debida (injustos perdones a los que debió acceder por la presión militar, algo que no lo exculpa, pero que se entiende en un caliente contexto de reconstrucción institucional) y, sin duda, sus políticas económicas que derivaron en la hiperinflación (y sus fallidos planes Austral y Primavera), entre otros. Debió entregar el poder por adelantado a Menem, hecho que puede observarse como negativo, pero también como positivo si se entiende que fue su única manera de mantener en pie las instituciones democráticas.
Un párrafo aparte merece el juzgamiento a las juntas militares que llevaron adelante el golpe militar de 1976. Se necesitó voluntad política en un contexto marcado por el fuego. Es un hecho histórico indiscutible a nivel mundial, el primero en su tipo contra la represión ilegal del terrorismo de Estado. Esto, sin mencionar que ya había fundado en 1974 la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, lo que demuestra su compromiso anterior con la paz social.
El fenómeno social, este endiosamiento potenciado por los medios de comunicación, combina la construcciones del hombre y el político. Por primera vez desde 2001, cuando arreciaba el “que se vayan todos”, la política vuelve a hacerse cuerpo en las calles y de forma espontánea. Sus cualidades como hombre -la honestidad, humildad, la valentía, y la búsqueda del consenso a través del diálogo- se combinan con la del político y también con las carencias de la dirigencia actual. El fenómeno social trasciende la mixtura del hombre y el político: más allá de sus errores, se recuperan los valores positivos del personaje y se los enmarca, porque son justamente esos valores las faltas del hoy.
Por último, está el mito. Un habitual mecanismo de la construcción del relato histórico. Para las páginas de los anales, como ocurrió con todos los próceres que fueron erigidos para levantar un imaginario concepto de Nación, más allá de sus errores, Alfonsín será el símbolo de la reconstrucción democrática y de la vida institucional tras una terrible y sangrienta dictadura militar.
Entonces se entiende que sus aciertos y también sus errores, las carencias actuales de la dirigencia política –especialmente focalizadas en el Gobierno- y la necesidad histórica de una Nación fragmentada de construir sus mitos para tocar fondo y volver a levantarse confluyen en un solo hombre: Alfonsín.
Varios son allí los niveles a observar. Todos, peronistas y radicales, coinciden en algo: el hombre nacido en Chascomús era un buen ser humano. Humilde, sencillo, llano, generoso, valiente y, sobre todo, decente en un período de creciente individualismo.
Como político, y ya como Presidente, Alfonsín tuvo muchos errores. Él nunca los ocultó: el pacto de Olivos, que permitió primordialmente la reelección presidencial de Menem vía reforma constitucional (que en realidad buscaba, según dicen, la inauguración de un sistema político más cercano al Parlamentarismo, algo que no llegó a concretarse); las leyes de Punto Final y Obediencia Debida (injustos perdones a los que debió acceder por la presión militar, algo que no lo exculpa, pero que se entiende en un caliente contexto de reconstrucción institucional) y, sin duda, sus políticas económicas que derivaron en la hiperinflación (y sus fallidos planes Austral y Primavera), entre otros. Debió entregar el poder por adelantado a Menem, hecho que puede observarse como negativo, pero también como positivo si se entiende que fue su única manera de mantener en pie las instituciones democráticas.
Un párrafo aparte merece el juzgamiento a las juntas militares que llevaron adelante el golpe militar de 1976. Se necesitó voluntad política en un contexto marcado por el fuego. Es un hecho histórico indiscutible a nivel mundial, el primero en su tipo contra la represión ilegal del terrorismo de Estado. Esto, sin mencionar que ya había fundado en 1974 la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, lo que demuestra su compromiso anterior con la paz social.
El fenómeno social, este endiosamiento potenciado por los medios de comunicación, combina la construcciones del hombre y el político. Por primera vez desde 2001, cuando arreciaba el “que se vayan todos”, la política vuelve a hacerse cuerpo en las calles y de forma espontánea. Sus cualidades como hombre -la honestidad, humildad, la valentía, y la búsqueda del consenso a través del diálogo- se combinan con la del político y también con las carencias de la dirigencia actual. El fenómeno social trasciende la mixtura del hombre y el político: más allá de sus errores, se recuperan los valores positivos del personaje y se los enmarca, porque son justamente esos valores las faltas del hoy.
Por último, está el mito. Un habitual mecanismo de la construcción del relato histórico. Para las páginas de los anales, como ocurrió con todos los próceres que fueron erigidos para levantar un imaginario concepto de Nación, más allá de sus errores, Alfonsín será el símbolo de la reconstrucción democrática y de la vida institucional tras una terrible y sangrienta dictadura militar.
Entonces se entiende que sus aciertos y también sus errores, las carencias actuales de la dirigencia política –especialmente focalizadas en el Gobierno- y la necesidad histórica de una Nación fragmentada de construir sus mitos para tocar fondo y volver a levantarse confluyen en un solo hombre: Alfonsín.
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