Es hora de que, en un marco de respeto a los DD.HH., las cárceles cumplan la función para las que fueron creadas. No son sólo centros de detención y reclusión sino que deberían otorgar a los cuidadanos que alguna vez cometiron un error o atentaron contra la sociedad, y por eso fueron marginados, la oportunidad de superarse a través del estudio y el trabajo, algo que probablemente se les había negado desde sus orígenes.
Hacinados, en precarísimas condiciones, e inactivos, los presos terminan, en el mejor de los casos, más marginados fuera de la prisión que dentro de ella, donde a través de los vínculos con los otros presos (y policías) generan redes de corrupción.
El motín en Santiago del Estero ya dejó 33 muertos, como aquel en Magdalena, cuyo número de víctimas fue igual. Es hora de un cambio.-
lunes, 5 de noviembre de 2007
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